Este texto fue motivado por la convocatoria de Generador MX para escribir acerca del tema el error en la fotografía, para ver el texto en su página, haz click aquí.
Pensando en qué significa cometer un error fotográfico, o qué sería equivocarse en términos fotográficos en este momento histórico, llego a un par de propuestas, las cuales expondré aunque no sean ni originales ni nuevas. Ninguna foto producida actualmente tampoco es ni original ni realmente nueva, así que el terreno está parejo.
Antes que nada, Ken Wilber en su modelo integral de desarrollo humano propone una idea interesante: nadie es capaz de producir 100% de error. A lo largo de este año he tenido muy presente este dato, sobre todo cuando la conducta humana parece contradecirlo y vemos comportamiento tan errado que es imposible creer que un mínimo porcentaje de no-error ( o acierto) esté presente en ciertos argumentos y acciones humanas. Esta aproximación new age sirve además para evitar los bloqueos que impone el rollo sin exponer, la memoria vacía o la página en blanco. Everybody’s right. Como estamos hablando de errores, este argumento nos propone que no hay error puro, la verdad y la razón siempre tendrán una liga con toda conducta humana.
No sólo hablamos de errores, sino de errores en la fotografía. En el objeto, me gustan los rayones y piojos en ciertas impresiones, así como uno que otro desenfoque. Mis errores favoritos son los de composición, los cuales suelen manifestarse con fragmentos cerca de la orilla del cuadro; me gustan más cuando nos dan la idea de un mundo grande y vasto más allá de los confines de la imagen, cuando denotan la incompletitud de toda imagen fotográfica. En la práctica, hay varios que realmente me causan fricción. Uno de ellos es la exclusión de porciones enteras del universo fotográfico del reino de los cielos de la expresión creativa. Tengo que reconocer que se me dificulta ver el mérito en géneros con booms recientes como la foto boudoir y ciertas aproximaciones a la fotografía callejera, en general las tendencias recientes que adoptan términos en otros idiomas (boudoir, street, film, etc.) me generan muchas sospechas; su artificialidad me desconcierta, y según los fotógrafos artistas, comenten el error, casi pecado, del mal gusto. Existen otras tendencias más artistoides, tales como la revaluación del archivo y el álbum familiar, el happy accident (sobre todo en procesos químicos como el colodíón húmedo y las impresiones cromógenas) y la fotografía manipulada vía glitches o intervenciones en su código o superficie. Esta revaluación se da con una dosis de nostalgia, y por venerar a cierto tipo de imágenes por haber sobrevivido el paso del tiempo, o por derivarse de técnicas antiguas pero todavía practicables. Su apreciación estética se basa en errores, pero siempre errores ya conocidos, y por lo tanto, si nos apegamos a las categorías fotográficas propuestas por Vilém Flusser, son errores ya redundantes. Nada peor que un error sin sorpresa, es como un perro con los dientes gastados, no pueden ya romper la carne. El repetirlos y entronarlos denota un fanatismo complaciente, no tanto con el medio fotográfico, siempre noble; sino con nosotros, los creadores de imágenes.
Sólo existe algo peor que un fotógrafo hater del medio, un fotógrafo fan. La línea es tan delgada que muchas veces ni se ve.
El ser fan nos destina a esta redundancia complaciente. Flusser propone que el otro lado de la moneda fotográfica lo componen las fotografías informativas. Éstas son las que aportan algo –por más mínimo que sea– a la evolución del medio; retan el programa fotográfico de creación, discurso o distribución de imágenes. Flusser nos pone así un reto prácticamente imposible a los mortales que vivimos en este momento histórico: el de crear imágenes no-redundantes. Flusser tira la piedra pero esconde la mano, nos dice cual es la actitud incorrecta de abordar la práctica fotográfica, y nos deja el reto de descubrir cual es la correcta sin poner (por lo menos en los textos que he leído) ni un sólo ejemplo de cómo una fotografía informativa se ve o que tipo de aura emite. Sólo puedo decir que informativa no siginifica que sea evidencia de un evento de manera periodística, y creo que una fotografía puede aspirar a ser informativa, o por lo menos didáctica, cuando contenga cierto equilibrio en los cinco aspectos que Wilber propone para hacer crítica de cualquier práctica creativa: intención consciente, intención inconsciente, ideología (posición con respecto a la lucha de clases), formalismo, y respuesta del espectador. Modelo que da casi igual de hueva que la prueba del añejo del Bacardí, pero que por lo menos nos da una pauta para ver cuales son los puntos ciegos en nuestra obra. Todos debemos proponer la respuesta a este reto/dilema flusseriano de la mejor manera que podamos y entendamos, pero en ocasiones parece que ese reto es igual al de tratar de encestar una canasta, ojos vendados, en una cancha gigante en la que sólo hay canasta en un lado de la cancha. Por lo menos tenemos la pelota en las manos. Maldito y bendito Flusser, ruining it for everyone.
Hay que decir no a las photo opps. Hoy en día, las más peligrosas son como el diablo, te hacen creer que no existen. El mundo ya no es inocente, sabe que está siendo fotografiado.
Preocupante, ver como la fotografía en México se convierte en una práctica riesgosa. Me ha tocado ver como la gente no puede tomar fotografías en la calle en Nuevo Laredo, la situación de casi todos los fotoperiodistas en Veracruz, y ver como en todo lugar, excepto en el “oasis” que la Ciudad de México parece ser en este momento, se sospecha de cualquier persona con una cámara. En un viaje reciente a Veracruz fui cuestionado en varias ocasiones por vecinos y patrullas, me preguntaron varias veces que a qué le estaba tomando fotos o que porqué estaba tomando fotos en la calle, “a la basura” fue la respuesta, para seguir nerviosamente mi camino. Creo que en México, por riesgoso que sea y por distinta que sea nuestra inclinación política o estética, sería un error generar imágenes que no reten estos intentos de control que se ven por todos lados. Cada quien, desde el territorio de su práctica creativa, debe impedir la toma del espacio público (base de la fotografía en su carácter de descripción del mundo) por parte de la gente que quiere coartar la libertad de registro y expresión visual de una sociedad. El miedo, el recelo, e ideas mal entendidas de autoridad sobre un espacio público son el enemigo. Sería un error pensar que esta no es una lucha real y urgente.
Preocupante también, ver como la fotografía se convierte en medio aspiracional, cada vez más ligado a una noción de deseo vacío y de edición del tiempo y del espacio para presentar imágenes modelo que, con los nuevos medios de distribución, intentan transmitir la refinación y sofisticación de sus creadores. El mundo se hace uniforme, y editamos la basura en las playas, los cascos de Peñafiel en la mesa, y filtramos toda imagen para separarla estilísticamente de su referente. Aunquees posible que mi error radique en vivir en un mundo más feo que el de casi todas las personas que sigo en instagram; no son ellos, soy yo.
Por último, Vilém Flusser nos advierte que el tiempo histórico no es ni mítico ni cíclico. Uno de sus corolarios es que en un modelo histórico, cada oportunidad perdida está perdida para siempre. Esto se manifiesta en no aprovechar la economía fotográfica que nos permite generar imágenes de una manera relativamente más barata que en otros momentos históricos. Puede que haya errores que surjan al momento de practicar la creación fotográfica, pero el error fundamental es no practicarla. Moholy-Nagi afirmó que los analfabetos del futuro serían los que no supieran leer imágenes, algo que creo que se ha cumplido cabalmente. Parece ser que el siguiente paso en esta evolución del lenguaje, es que los mudos del presente son los que no practican la producción de imágenes fotográficas. La fotografía permite, como profetiza Peter Greenaway, llegar por primera vez en la historia a un punto en que la proporción entre artistas y ciudadanos comunes sea una relación de uno a uno (1:1). Sería un error no promover esto, pago por ver.
Post-script
Algunos errores fotográficos que cometí este año, algunos corregidos, otros no.
Creer que el instagram de Stephen Shore sería bueno.
Seguir a la fundación Pedro Meyer en Instagram.
Seguir sin incorporar el retrato en mi obra fotográfica.
Tomar menos fotos con película que en otros años.
Mandar a revelar en el Cámara Uno.
No haber metido al FONCA.
Invertir en un lente telefoto barato.
Tomar menos fotos con el iPhone, por el puro GPS vale pena.
Tener pocas fotos de ella.
Y de ahí en fuera, no haber tomado todas esas fotos que me gustaría tener, en este momento maldigo haber privilegiado la experiencia por sobre la imagen.