Hace poco más de un mes fui a la playa por primera vez en el año. Recorrí junto con mi madre los 73 kilómetros y 1,200 metros de altitud que separan a Xalapa de la playa más cercana: Chachalacas. Aunque hace mucho no la visitaba prácticamente crecí en esa playa. No había ido en años en parte porque la playa y Veracruz han estado menos presentes en mi vida que antes, en parte porque las últimas visitas a la playa han sido más al norte del estado, tratando precisamente de escapar del aire decadente que tiene Chachalacas en su caracter de playa veracruzana más cercana al DF y al puerto de Veracruz.
Ese día tomé unas cuantas fotos, acompañado por mi paciente madre, quien no se molestó de que me tuviera que detener y bajar del coche en un calor de 34 grados centígrados para tomar fotografías.
Primer apunte: el tope
Quienquiera que haya manejado en Veracruz estaría de acuerdo en que es la capital mundial de los topes. Da la impresión que en cualquier punto del estado en el que ha sucedido el mínimo percance vial existe un tope conmemorándolo. Claro reflejo de la actitud mexicana de la solución inmediata y de detener el ritmo de la vida, el tope es el símbolo del obstáculo, la pausa; de la vida diciéndote que no puedes ir más rápido porque falta un puente peatonal arriba, porque alguien fue atropellado ahí, o porque simplemente la gente que habita alrededor piensa que debes ir más lento. Los hay de todos tipos: el alto, el ancho, el seccionado; la montaña, el tubo, incluso la reata; el moderno tope peatonal, y el más peligroso de todos: el tope invisible. Omnipresente y peligroso, causante de brincos, percances y de un desgaste acelerado de la suspensión en los autos. Está por doquier ya que lo que importa es que el tope exista, no que haya una señal que advierta de su existencia o proximidad.
En Úrsulo Galván, Veracruz, cabecera municipal que está antes de llegar a Chachalacas, hay un señor que se auto-asignó la labor de señalizar los topes diariamente con cal a cambio de una cooperación. Gesto útil y mañoso, porque si este señor invirtiera en pintura vinílica entonces ya no tendría trabajo en semanas. Tiene que ser cal, demostrando un conocimiento del comportamiento de los materiales y pigmentos en condiciones de calor y humedad altos. Tiene que ser cal para que el sol y la lluvia lo borren rápidamente y su rutina laboral (así como su remuneración) se repita. No le di cooperación, reflejo instantáneo de vivir en la ciudad de México, donde todo mundo te pide dinero por servicios no solicitados. El servicio que brinda este señor, aunque igualmente no solicitado, merecía una remuneración de mi parte por el carácter invisible, casi fantasmal del tope intervenido. Ya no estaba cuando pasamos de regreso, se ve que ese señor no tiene mi tiempo, presume un horario flexible y mejores cosas que hacer.
Segundo apunte: el póster
El sábado 20 de junio hubo una fiesta en el Salón Social de Úrsulo Galván. La fiesta Despoblado tuvo lugar con la participación de Sonido Proyecto, Kika Rouss, DJ Cristo y DJ Alexis Flexks. Se ve que los Zemvers (Grupo legendario de Cempoala, Veracruz) se había presentado antes, y lo había promocionado con pósters más grandes y mejor impresos que los organizadores de la fiesta Despoblado. Sin embargo, la solución de colorear con aerosol los encabezados y presentaciones estelares de la noche me pareció una solución creativa interesante e ingeniosa. Le tomé una foto para futura referencia, tal vez utilizar esa técnica en el libro en el que estoy trabajando y que no he terminado. Ese gesto de color le brinda además un toque manual a cada póster, lo convierte en una pieza única –nunca habrá uno igual a otro–y me recuerda como siempre he obtenido inspiración y soluciones visuales de la calle. Aunque yo no la alimento con imágenes u objetos, ella siempre me alimenta de ideas, imágenes y palabras sin reclamo alguno.
Tercer apunte: el espectacular
El tercer y último apunte de esa excursión viene de otra imagen publicitaria, en esta ocasión de un hotel localizado en el camino de Chachalacas hacia las dunas cercanas. Este hotel tiene en su entrada un par de fotografías impresas en lona promocionado sus instalaciones. Las dos fotografías promocionan el área de albercas del mismo y fueron tomadas el 21 de febrero del 2010. Es muy peculiar ver que una imagen publicitaria tenga el famoso time-stamp en su superficie, ya que es labor cuidada de este tipo de imágenes el transmitir la atemporalidad y permanencia de su mensaje, lo timeless del producto promocionado. Estas imágenes denotan el paso de los más de 5 años por la fecha inscrita en ellas mismas. Nos confían abiertamente su fecha de creación. Más que publicidad son documento de cómo se veía ese espacio en ese momento, en ese 21 de febrero de hace más de 5 años. Siendo honestos, sólo infunde sospecha en mí como posible cliente, ya que en México el paso del tiempo es prácticamente un sinónimo de deterioro. La mayoría de las veces el re-visitar un lugar dentro del país genera en mi decepción, las cosas siempre estaban mejor de lo que están. Lo que hace más artificial esta imagen es que el time-stamp que tiene es digital, algo innecesario de cierta manera, ya que toda imagen digital tiene en sus entrañas toda esa información –metadata–, haciendo que el fechar visualmente una imagen digital sea un gesto nostálgico completamente artificial y visiblemente innecesario.
Es difícil no caer en un robertsmithsonismo barato con este texto. Mi intención es únicamente señalar distintas soluciones creativas que se dan en lugares en los que no existen espacios para obtener una educación visual convencional, y confieso caer en el mood del viajero que relata sus descubrimientos, pero con profunda admiración por la persona que interviene el espacio público con cal, la que ideó colorear con aerosol los cárteles de su evento, o la que tomó las fotografías de su negocio para promoverlo con impresiones en lonas gigantes. Su condición de ruina/monumento no me interesa. Son espacios vivos que de ruina o monumento no tienen nada. Espacios en donde creadores de imágenes se atrevieron sin miramientos a jugar con imágenes y materiales de maneras en las que artistas en ocasiones no lo hacen. Motivados por la necesidad y el ingenio, generaron contenido visual que cumple una función práctica dentro de su cotidianidad, así como una función inspiracional en mí a la hora de encararlos físicamente durante mi último viaje a la playa.