Hace cinco años escribía acerca de una imagen que tomé hace diez. Varias de las preocupaciones que tenía con respecto al medio fotográfico se han disipado. Ya no vivo esas preocupaciones y cada vez las creo menos. Por un lado, las pienso irrelevantes en estos días de urgencia y emergencia; y por el otro, la edad y el paso del tiempo me hacen indiferente hacia el supuesto mérito de las ideas que uno tiene y expresa.
Diez años después de haber tomado esa imagen, sigo tomando imágenes de fachadas anónimas, la única diferencia es que ahora lo hago con método.
Tomé esta fotografía hoy en la mañana, aproximadamente a las 7:50 AM, como parte de un recorrido en bicicleta desde el centro de la ciudad a la colonia La Conchita en la Álvaro Obregón. No sucedió nada memorable en el trayecto; fui, fotografié, y regresé sin novedad. Revelé el rollo de blanco y negro y mandé a revelar el rollo de color. Es la primera vez que tomo y publico una imagen de color en mi proyecto de documentación de las 243 calles con nombres de fechas que existen en la ciudad. La decisión de hacer colorido este día es para conmemorar el cumpleaños de mi abuela. Para validar la fecha de creación de la imagen escaneo la impresión del día y la subo a instagram, asignando a la red social una función notarial de atestiguar un acto de producción que debe suceder durante las veinticuatro horas del día en cuestión.
Antes de ser arte esta imagen es un testimonio de supervivencia, salud, ocio, y dedicación a un oficio. Estos elementos fueron dispuestos en orden de importancia. Después de todo la palabra oficio contiene la palabra ocio en sus adentros.
Así, en este cuatro de febrero, recuerdo esa imagen, recuerdo ese post, recuerdo a mi abuela y su cumpleaños. Tal vez, después de todo lo que se le agrega y se le quita a la fotografía, ésta no pierde su función de andamio de nuestra memoria.