Primero una confesión. La promesa no cumplida de publicar la segunda parte de este texto en una semana se dió porque el contenido del mismo fue creciendo, y requerí más tiempo para leer e investigar. Además, el aspecto personal de esta pieza fue conectando más y más con mi historia reciente, dificultando la creación del mismo.
No se puede hablar de la relación de Auster con las artes visuales, y la fotografía en específico, sin mencionar sus colaboraciones con la artista francesa Sophie Calle. Se ha escrito ya bastante acerca de las mismas, de sus características formales y de cómo sus resultados operan en el área gris que existe entre lo visual y lo literario, la realidad y la ficción, el ojo y la idea. Mario Vargas Llosa escribe acerca del Quijote que el gran tema de el libro de Cervantes es la ficción, en específico el como ésta “al infiltrarse en la vida, la va modelando, transformando”[1]. Es conocida la afición de Auster al Quijote, el personaje de su relato City of Glass se llama Daniel Quinn (sus iniciales D. Q.) en honor al caballero errante. Si el tema del Quijote es la ficción y sus efectos en la realidad, el tema austeriano es la línea divisoria entre la realidad y la ficción en un contexto autobiográfico. Sus textos tratan de estar siempre en el terreno del documento y el testimonio, asegurando la veracidad de lo descrito. Sin embargo, al ser una novela una interpretación personal (lugar común hablar de como lo observado o narrado es relativo e incierto de acuerdo a las leyes de la cuántica), su obra está destinada a situarse siempre en el terreno de la especulación. Auster aprovecha esto efectivamente, aunque a veces no puede dejar de mostrar cierto descontento por el hecho de no poder llegar a una verdad más absoluta.
En la plática que Sophie Calle ofreció en el Museo Tamayo con motivo de la exposición de su proyecto Take Care of Yourself en 2014, la artista mencionó que no conocía a Auster cuando éste decidió incorporar una versión ficcionalizada de ella –el personaje de Maria– en su novela Leviathan. El autor no estaba en su radar hasta que ella se enteró del hecho, y sus primeros contactos fueron propiciados por la curiosidad que su inclusión en la novela generó en la artista (primera prueba de la premisa de la ficción alterando la realidad). En la novela, el personaje de Maria mantiene una relación sentimental con el personaje de la misma (una versión ficcionalizada de Auster), entre su primer y segundo matrimonio. Auster introduce el personaje mencionando proyectos reales que la artista ya había expuesto y que eran conocidos, junto con proyectos ficticios que Auster ideó poniéndose en los zapatos de la artista misma, en un ejercicio de empatía creativa, de tomar ideas reales y especular nuevas piezas, caminando una milla con los zapatos de Calle. Con este gesto, Auster captó su atención, y Calle, eterna coqueta, devolvió el pase ejecutando literalmente las piezas ficticias que Auster había concebido en el libro, pasando esas piezas imaginadas al terreno de la realidad (Segunda prueba de la ficción alterando la realidad). Calle también intervino una copia de la novela con acotaciones a la misma, afirmando la veracidad o falsedad de lo descrito por Auster acerca de ella. Como agente inspirador, Calle tomó su derecho a corregir y comentar lo narrado por el escritor (aquí es la realidad la que contraataca a la ficción; nada en la vida es intocable, ni siquiera la ficción). Este mindfuck continuó y se cerró cuando Calle solicitó a Auster instrucciones para una pieza en su próximo viaje a Nueva York, una solicitud consciente, estableciendo así una complicidad declarada. Auster ordenó a Calle regalar cigarros y sandwiches a desconocidos, y cuidar un espacio público de la ciudad (Calle llevó a cabo estas instrucciones un tanto a regañadientes, anotando la cantidad de cigarros y sandwhiches que regalaba diariamente, y eligió como punto en la ciudad una cabina de teléfonos, la cual limpió y pimpeó con monedas para llamadas, flores, mensajes y hasta refrescos). En un juego muy cervantino (en la segunda parte del Quijote varios personajes habían leído ya la primera parte del libro, incorporando el libro mismo dentro de la ficción), Auster y Calle se dieron a la tarea de ficcionalizar la realidad, y de realizar la ficción, de borrar la línea que las separa. En la página legal de Leviathan, Auster agracede a Calle su cooperación para “ mezclar Hechos con ficción”[2] (hábito austeriano poner lo real por encima de lo ficticio, evidente en la decisión de capitalizar la palabra Hechos). Si tuviéramos que apuntar el aporte de Auster a la tradición literaria mundial, éste sería el haber roto el dique entre el mundo literario y el visual, entre la realidad y la ficción, agrietó estas estructuras complementarias pero opuestas, y permitió que una se filtrara en la otra. Realizó un ejercicio de prestidigitación narrativa que nos permite ver los dos lados de una moneda casi al mismo tiempo.
Ahora, en Leviathan, Auster narra como el personaje tuvo una primer esposa, relaciones esporádicas después de su divorcio (como la que tuvo con la Maria inspirada en Calle, aunque aclaro que no es sabido si Calle y Auster de hecho tuvieron una relación sentimental), y un segundo matrimonio. El presente en la historia está ubicado en ese segundo matrimonio, pero abarca desde el primero. En su primer matrimonio real Auster estuvo casado con Lydia Davis, escritora especializada en microrrelatos de tinte confesional, los cuales son un deleite. Aunque es difícil e injusto hacer una comparación, creo que Davis tiene un talento innato y es capaz de producir una empatía mucho más profunda en sus escritos que Auster, quien pareciera estar siempre preocupado por cuestiones de estructura literaria y legado[3]. Seguramente, durante el tiempo que estuvieron juntos se dio el natural proceso de alimentación y absorción entre ambos, natural en toda pareja, al punto que sería fútil decir que partes de Auster tiene Davis, y que partes de Davis tiene Auster. Al tener yo una primera esposa en mi propia historia personal, afirmaría que Auster fue el beneficiado, siempre hay que sospechar de lo que los hombres le aprendemos (¿quitamos?) a las mujeres con las que compartimos nuestro tiempo de vida. Ambos mencionan su primer matrimonio en su obra literaria, por lo que vemos que Auster también tiene un juego referencial con Davis mediante su obra, no es algo exclusivo que haya realizado con Calle. Obviamente, el juego no es el mismo, y a diferencia del que tiene con Calle, la dinámica que entabló con Davis es totalmente pasiva-agresiva y no seductora. Davis critica la frialdad de su primer esposo y la ceguera que le ocasionó su práctica profesional, Auster critica la insatisfacción permanente de su primer esposa, entre otras indiscreciones. Al momento de su separación, Auster ya estaba estableciendo su popularidad (sobre todo en Europa), y Davis discretamente se mudó a Albany, Nueva York (An all American City, deprimente capital del estado), y comenzó a dar clases en la universidad estatal de Nueva York. Un movimiento de invisibilidad, contrario al movimiento de expansión y notoriedad de Auster. Sin embargo, el tiempo ha hecho justicia a Davis, quien ha tenido una práctica profesional discreta pero constante en la nada cool ciudad de Albany. Davis está publicando, recibiendo todo tipo de reconocimientos, y más importante aún, su obra está envejeciendo bien. Un artista no puede pedir más que eso.
Leviathan abarca también el periodo entre matrimonios de Auster, y es en este periodo donde se ubica su relación con Maria. Describe de manera más que creíble el encanto y excitación que este tipo de encuentros y coincidencias generan, aunque también comenta que la sustentabilidad de estas relaciones es casi imposible, una verdadera lástima. Es un tanto injusto para la exesposa el cómo por lo general uno suele ser más generoso en estas relaciones posteriores de lo que era en el matrimonio mismo, pero creo que esta generosidad viene de la sensación de liberación, del miedo a la soledad reencontrada y de que probablemente dichas relaciones son más ligeras y menos tóxicas. Además, esa generosidad viene seguida de cierta precaución, uno no se entrega tanto y trata de prevenir que la relación abarque todos los aspectos de la vida. Todo parece indicar que la relación Auster-Calle está situada en este sector, al grado de haber sido capaces de colaborar profesionalmente, cosa que nunca hizo con Davis. Aunque la relación entre Auster y Calle sólo haya sido platónica y ficticia, sus colaboraciones son prácticamente imposibles de pensar en el contexto de un matrimonio. Cualquier persona se sentiría herida de que su pareja mantenga un mindfuck de estas magnitudes con alguien más.
El tiempo presente en Leviathan está situado en el segundo matrimonio de Auster, y de cierta forma, es confesional, pero al mismo tiempo es un relato moscamuertón, ya que entierra en el pasado las relaciones previas y resalta las bondades de la relación actual. En la novela Auster conoce a Iris, en clara alusión a su actual esposa Siri Hustvedt, también escritora, de quien no he leído ninguna obra (Tal vez estoy esperando a tener una segunda esposa yo mismo para hacerlo). Por esto, no hablaré más al respecto, y sólo comentaré y dejaré documento aquí de que no deseo caer en esa moscamuertez en la que siento que Auster cayó cuando se dé el momento. El presente no necesita la justificación del pasado para su reafirmación. Como dice George Kubler, el presente es todo lo que es, es lo más importante, la actualidad es el ojo de la tormenta.
Mi interés por todo este chisme viene de la identificación con el mismo. Así como he tenido una primera esposa, he tenido las relaciones post-divorcio que Auster narra y que seguramente tuvo, aunque todavía me falta el segundo matrimonio (el cual no sé cuando o si llegará). Comprendo y hago empatía con los periodos narrados por él: el final de un matrimonio, el rebote post-divorcio, la fascinación que una cólega extranjera puede generar en uno, así como las luces y las sombras de todas estas situaciones. Su obra ha sido un espejo útil que me ha demostrado que no soy ni el primero ni el último en pasar por estas etapas, y que varios de los pensamientos, juicios y sentimientos que se generan en uno a partir de hechos difíciles que involucran finales y pérdidas son comunes para todos. El único riesgo en todo esto es tomar lo descrito de una manera literal, ya que todo el material en el que está basado este análisis pertenece al terreno de la ficción. Siempre se corre el riesgo con ella, de perder el juicio, tomar lo leído por real. No existe mejor ejemplo de esto que Don Quijote y su caballería errante. De todos modos, siempre es bueno tener "amigos" mayores que uno, sirven para aligerar el peso del presente.
Así, lo que comenzó como un texto de análisis termina siendo otra cosa. Uno nunca sabe el destino final que una búsqueda pueda tener. No hay imágenes en este post porque no hay imagen que haga justicia a lo descrito, y cualquier imagen que yo pudiera conjurar para ilustrar lo plasmado aquí sería artificial, incompleta, y seguramente dolorosa. La razón por la cual he dedicado el tiempo para realizar este escrito es en parte un interés honesto por la fotografía y el mundo litarario, y en parte porque si algo me transmite la obra autobiográfica de Auster (sin que importen los porcentajes de realidad y ficción en la misma) es que las personas podemos sobreponernos a la pérdida, y que de hecho, es esta pérdida un aspecto fundamental de la condición humana, que afecta y alimenta a toda persona dispuesta a tomar riesgos. Adicionalmente, de manera un tanto contraintuitiva, la obra de Auster demuestra que no existe riesgo más grande que establecer un compromiso, sea éste con una persona, una profesión, un proyecto de vida, un cuerpo de trabajo.
Para finalizar, Vargas Llosa comenta también que el otro gran tema del Quijote es la libertad, con la idea de que ésta es la “la soberanía de un individuo para decidir su vida sin presiones ni condicionamientos, en exclusiva función de su inteligencia y voluntad”[4], para después concluir que la libertad es una condición “individual y que requiere un nivel mínimo de prosperidad para ser real”[5]. No es casualidad que Auster haya recurrido y homenajeado al Quijote, porque su obra (así como la de Calle y Davis) es un espejo de la obra cervantina. El foco en este triángulo de creadores está puesto en estas cuestiones personales de construcción de la realidad personal y del precio que tienen las decisiones personales que tratan de preservar o recuperar la libertad de nuestro ser, así como en la búsqueda de prosperidad en las profesiones creativas. Davis, Calle y Auster siguen ahí, libres y produciendo, han pagado la cuota de pérdida que les da esa libertad. Podríamos decir que son privilegiados del establishment (gringos, franceses, fresas, intelectuales famosos) y muy probablemente lo sean, pero por lo menos han desarrollado y compartido reflexiones acerca de la complejidad de las relaciones humanas y del proceso de maduración y envejecimiento de las personas, de la vida en soledad y en pareja, de la familia, y de la búsqueda de transcendencia. Han exhibido sus vulnerabilidades abiertamente y sorteado toda situación que el tinte confesional de su obra ha volcado sobre ellos. Son en primera instancia, al igual que todo ser humano en este planeta, sobrevivientes, y esto los pone en un plano en donde cualquier jerarquía social o cultural sale sobrando. En lo personal, tanto su ficción como lo que sé de su vida personal afirma que tanto yo, como las personas con las que he compartido mi tiempo de vida, somos también sobrevivientes, y más importante aún, que estaremos bien. El mensaje es alentador, si uno no dobla las manos en esa búsqueda permanente por la libertad, el compromiso adquirido con uno mismo, la obra, y con no destruir la vida de alguien más en el proceso, nos pondrá un nivel arriba del egoísmo hiriente que prevalece en el mundo. Estaremos en una posición en la que lo que hagamos y digamos pueda servir de referencia honesta para la gente que viene atrás de nosotros. De nuevo, un artista no puede pedir más.
[1] Cervantes Saavedra, Miguel de, and Francisco Rico. 2004. Don Quijote de la Mancha. Madrid: Real Academia Española. p. XV.
[2] Auster, Paul. 1992. Leviathan. New York: Viking. p. 6.
[3] El cuento Break it Down de Davis es excelso, el narrador es un hombre, y Davis escribe la historia desde el punto de vista masculino de la misma, en una alarde de oficio narrativo de llamar la atención.
[4] Cervantes Saavedra, Miguel de, and Francisco Rico. 2004. Don Quijote de la Mancha. Madrid: Real Academia Española. p. XVI.
[5] Ibid.