Fantasmas americanos
Texto comisionado por el proyecto Blog de Crítica, iniciativa de Alumnos 47 y SOMA en julio del 2017.
Todo tendrá que ser reconstruido, inventado de nuevo,
y los viejos mitos, al reaparecer de nuevo, nos ofrecerán sus conjuros
y sus enigmas con un rostro desconocido.[1]
—José Lezama Lima
Vemos a Michael Douglas y Kathleen Turner conociéndose cerca de la cascada de Texolo en Xico, Veracruz. Una de las estructuras reconocibles en esa secuencia del primer acto de Dos bribones en busca de la esmeralda perdida (Romancing the Stone, 1984) es el puente de metal que un terremoto dobló al acercar las dos montañas que unía. El puente sigue ahí, con su sección doblada, una escultura ahora. Esta película de los ochenta es de los pocos productos culturales que conozco que conectan en una narrativa visual a Veracruz con Nueva York, y es además de los primeros recuerdos que tengo de mi región de origen siendo representada por un agente externo. Siempre me causó fricción ver que la región de Xico era presentada como Cartagena, Colombia, y ver un San Juan de Ulúa infestado de cocodrilos. Sin embargo, ver la representación visual de lugares familiares tuvo un efecto que no se ha diluido aún.
Dentro del momento político mundial presente, con su alto grado de incertidumbre y amenazas al modo de vida que tenemos, me declaro incapaz de escribir algo delimitado al contexto del arte contemporáneo, por lo que justifico este ejercicio de autopromoción para presentar la situación y posibilidades actuales de la expresión americana, tomando el término del título del ensayo de José Lezama Lima escrito en 1957. Partiendo de lo vivencial conjuraré una narrativa que pueda identificarse como una vertiente o patrón de pensamiento válido en este momento incierto, en el que pareciera que se están usando los ladrillos de los puentes colapsados para construir muros.
Antes de la existencia de los muros físicos e ideológicos que dividen a América, ésta fue (re)descubierta por Europa; todas sus ciudades, pueblos y territorio fueron explorados, transformados y renombrados, y este disímil continente se fue conformando. De acuerdo a José Lezama Lima «[la] novedad geográfica de la América [fue] propicia a la transculturación. El “espacio gnóstico” es la naturaleza espiritualizada, que aguarda, para expresarse, la mirada del hombre a fin de iniciar el diálogo inmediato (de espíritus: el humano y el natural) que impulsa la cultura».[2]. Todo fue bautizado, nombrado de nuevo: el territorio, y los conceptos de espíritu, cultura y arte. Los productos culturales que suceden en o son motivados por el espacio público son una búsqueda de encuentro con ese espacio gnóstico, sólo que ante la imposibilidad de tener un encuentro con el divino americano (al haber éste sido borrado por la conquista), nos conformamos con deambular por esta tierra fantasmal, los dioses americanos fueron disminuidos a la categoría de fantasmas que pueblan el espacio físico americano. Buscar la experiencia trascendental que todo viaje promete (incluso una caminata en la ciudad es la forma más precaria de viaje) a todo aquel que la recorre en un trance derivesco es lo más alto a lo que podemos aspirar hoy en día, aunque tengo, sin embargo, grandes sospechas sobre la posibilidad de lograr una experiencia trascendente en el espacio urbano. Simplemente somos víctimas de la obsesión que causan todas las lecturas disponibles sobre los conceptos de ciudad, deriva, psicogeografía, el cotidiano y la teoría del caminar. Estas ideas son parte de un flaneurismo anacrónico que toma fuerza en pleno siglo XXI, mezclado con un revival de romanticismo que cae en actitudes casi quijotescas de emprendimiento de misiones artísticas absurdas y fútiles.
La novedad geográfica de América, a la que Lezama Lima se refirió siempre, hizo que se le viera como un territorio de aventura, oportunidad y más importante aún, de transculturación. El comediante Craig Ferguson transmitió en 2014 un episodio peculiar de su Late Late Night Show. En una emisión sin público conversó con el actor británico Stephen Fry, algo inusual en un talk show, quien comentó sobre America[3] que:
[…] existe una teoría atractiva, si piensas en la población de America, con dos excepciones increíblemente importantes, la mayoría de la población negra y la población nativa americana, el resto vino aquí por decisión. Querían venir aquí, querían dejar Europa, en su mayoría Europa, y venir aquí para comenzar una nueva vida. Así que en esencia la genética americana es la de la gente que dijo que Europa no era lo suficientemente buena, que podía haber algo mejor, que dijo «me voy», dejando atrás a la gente que dijo «uh, no sé, creo que me quedaré, no puedo correr el riesgo».[4]
América y America se llenaron de gente que se movió por necesidad, curiosidad, coerción, subyugación o esclavitud; y parte fundamental de la problemática actual radica en que ya se considera un territorio lleno. Los conquistadores, al haber borrado prácticamente toda huella del pasado continental, se asumieron como los primeros llegados, y al no querer moverse más cayeron en una contradicción con respecto del espíritu fundacional de América, están ahora tratando de esconder las llaves del continente. Sólo se permite a la clase media euro-americana cierta dosis de privilegio de ocupar y moverse dentro del territorio que sus verdaderos dueños ceden temporalmente a cambio de operar como sus súbditos y clientes. La noción actual es la del atrincheramiento, el bardeo, la dilución de puentes y amistades. La negación de la cualidad fundacional del continente va en contra de la genética misma del americano, pero la complacencia y conformidad de la realidad americana hace que muchos digamos, «está cómodo, está nice, mejor no le movamos», lo cual nos pone en dicha contradicción. Los europeos, por lo menos, no están traicionando este mito fundacional sobre el que los americanos fundamos nuestra visión de mundo, ellos simplemente decidieron quedarse y no ser parte del proyecto americano. La transculturación se ve actualmente como un fenómeno que debe ser evitado y está desviando a América de su esencia.
La desilusión de las promesas no alcanzadas por el proyecto americano es expresada por el colectivo Bruce High Quality Foundation, quienes expusieron We Like America and America Likes Us en 2010 en la Bienal Whitney. Esta pieza de video habla de America como varios personajes; como un hombre, una mujer, un papá, una mamá, una pareja, un amante. Su narrativa captó el pulso de Estados Unidos en ese momento de desconcierto post-911, y su tono resuena y se confirma como premonitorio e incluso más grave el día de hoy. Aunque el foco es evidentemente Estados Unidos, podría ser visto como un diagnóstico continental. Viendo el proyecto americano como una familia disfuncional o como una relación fallida, la voz en off nos dice como:
America se encerró, se volvió resistente, incluso rencorosa. America ya no nos daría oportunidad de componer las cosas. Dios sabe que en realidad queríamos. Queríamos que todo regresara a la normalidad. Dios sabe que lo queríamos. Lo normal obviamente no estaba funcionando para ninguno de los dos. No reconocíamos a America ya, y se hizo claro que quizás, aunque doliera mucho admitirlo, la habíamos juzgado mal desde el inicio. [5]
Esto nos plantea la duda de un posible error primigenio, el de haber creído que el continente (con Estados Unidos como hoyo negro que con su peso gravitacional cultural y económico atrapa la mayoría la luz continental) fue fundado bajo la noción de libertad, cuando en realidad el proyecto americano fue el de la ocupación del continente «vació» hasta que se llenara, el proyecto era que la familia disfuncional creciera, que la casa se llenara sin ningún motivo ulterior y sin las ambiciones utópicas que se suelen asociar con el Nuevo Mundo. América envejece, es el tío borracho, la mamá homofóbica, el papá machista, el primo que sigue viviendo en su casa, la pareja ignorada. Incluso ahora, el imperio más joven de la historia ya tiene su primera ruina arqueológica, el memorial al 11 de septiembre en Nueva York. Visitarlo es como ir a una zona arqueológica en el corazón de Nueva York, pero con la incomodidad de tener que pasar por un punto de seguridad de aeropuerto a la entrada. Parte del diseño y la re-utilización de los restos de las Torres Gemelas son utilizados con un estilo inspirado en el arte conceptual para crear una estetización del metal y los escombros que los eleve a una calidad reliquia histórico-artística. Este museo cierra un ciclo estético a la vez de memorializar un suceso histórico. Robert Smithson visitó las ruinas prehispánicas en México en búsqueda de los monumentos que necesitaba para sus obras y de las cuales Estados Unidos carecía. Ahora vemos que su estilo y manera de abordar la materialidad de la piedra es utilizada como modelo a seguir por los administradores y arquitectos que crearon esta primera ruina imperial gringa. Inspirada en los juegos smithsonianos de piedras, espejos y tiempo, este recinto es un mausoleo dedicado tanto al evento como al concepto de arte de la segunda mitad del siglo pasado. La experiencia es rematada por los pedestales con pañuelos desechables dispuestos en las partes particularmente sensibles de la experiencia museística, en espera del llanto del visitante. Con todo y gift shop a la salida; el duelo de esa herida en su territorio no escapa de la souvenir-ificación de la experiencia. En este sitio queda evidenciado que las estrategias y los materiales del conceptualismo han sido cooptados, forman ya parte de un cotidiano que tiene ya consciencia del arte conceptual. Ante esto, es natural que surjan vertientes artísticas que se están desviando de las estrategias del arte conceptual, ya es demasiado mainstream. Varios artistas estamos aprovechando nuestro sitio en la cima de la montaña histórica, y al ver la tormenta que viene, nos permitimos revivir tradiciones, soluciones formales y secuencias artísticas (en la acepción kubleriana de la palabra secuencia) del pasado que no implican necesariamente una continuación del arte conceptual y contemporáneo reciente. Las filas de la historia se han roto y hoy podemos escoger la conversación artística que queramos retomar sin tener que reparar en la linealidad de nuestro proceder. Temas y conversaciones románticas reviven. Vivimos en una época fantasmal, en la que es complicado estar sólidamente presentes en nuestro cuerpo y es difícil disfrutar la presencia total de otra persona, incluso estando con ellas físicamente. Los distractores internos y externos son múltiples. Tierra fértil para una nueva oleada Romántica que se regodea en nuestras ausencias, nuestra nostalgia crónica y en los fantasmas que rebasan en número a los vivos.[6]
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He vivido entre Estados Unidos y México los últimos siete años. Realicé una maestría en Estados Unidos durante los años de Obama, y tengo historia personal en ese país. Habiendo vivido ahí opino que la insanidad que impera en Estados Unidos no es una anomalía de su sistema, es la realización del mismo, y esto obliga a México a redefinir nuestra postura ante la toxicidad de nuestro vecino, al mismo tiempo que lidiamos con nuestra toxicidad propia. Al haber pasado mis años formativos desconectado de la escena de la Ciudad de México, siento no pertenecer a la escena artística de México, o si lo hago es de una forma tangencial (nunca he sido ni seleccionado en la Bienal de Fotografía ni fui ni seré un Joven Creador, por lo que si importan esas credenciales la medida de mi éxito profesional es cuestionable). Esto me permite cierta distancia para ver la escena como un fenómeno que sucede de manera independiente a mí, y poder abordarla como tema con una visión crítica.
El resultado de mi movilidad tangencial en estos años recientes es Eres un Fantasma[7], fotolibro que produje a un ritmo lento pero constante, tres años de proceso creativo ininterrumpido en los que no tuve que apegarme ni a calendarios burocráticos o administrativos (salvo en su fase de publicación), ni a presiones discursivas de la institución. Ahora que está concluido, siento que es un proyecto que no tiene raíz y, actualmente —este texto es prueba— estoy buscándola, después de pasar tantos años evitando tener una. Eres un fantasma nació de las fotografías que comencé a tomar de las calles de la Ciudad de México en 2013. Estas fotos fueron resultado del acto terapéutico de realizar caminatas fotográficas, un acto de ocio creativo y desconexión resultado de mi divorcio reciente. El cambio entre el tiempo libre que uno tiene cuando uno está en una relación y cuando uno está solo de nuevo es muy drástico. Comencé a llenar ese tiempo libre y la soledad reencontrada con caminatas y fotos, la mayoría de ellas en el centro de la ciudad. Pasé la gran parte de un año medio circunscrito por un perímetro de unas diez por diez cuadras que incluía casi en su totalidad la colonia Centro con dosis de la Guerrero, Doctores y Juárez; envuelto en una actitud casi felina de paseos circunscritos a un perímetro establecido por la familiaridad y la cercanía del hogar. El libro fue complementado con fotografías tomadas durante residencias en Estados Unidos, por lo que se convirtió en una narrativa visual que, como La esmeralda pérdida, conectaba a México y Veracruz con Nueva York. El proyecto fue un acto de re-descubrimiento personal y geográfico; personal, porque estaba conociendo nuevamente a mi versión de persona individual después de años de ser parte de un ente/pareja; y geográfico porque, aunque exploraba lugares que nunca había transitado, siempre estuve consciente de que en una ciudad es imposible hacer un descubrimiento primigenio, todo es re-descubrimiento. Caminar por una ciudad es parecido a hacer arte contemporáneo; ante la imposibilidad de descubrir algo nuevo o hacer algo original a estas alturas de la historia, lo que nos queda es recorrer las calles en busca de una correlación nueva, un momento presente que podamos relacionar con un momento pasado para validar la conciencia que tenemos de nuestra posición en el mundo y del conocimiento de nuestro medio y oficio.
Siento que produje un objeto no-contemporáneo, y no he decidido si esto es una falla o un acierto. Mi imaginario no corresponde a un género de práctica fotográfica que pertenezca a una línea contemporánea, sino que es fotografía modernista directa que tiene conciencia de la práctica fotográfica contemporánea, pero sin adherirse a ella. Fue una búsqueda de imágenes en el mundo para conformar una secuencia que conjurara una narrativa, sin que necesariamente esté haciendo —como es normal en la foto conceptual y contemporánea— un comentario acerca del medio fotográfico o de alguna temática contemporánea. De hecho, la línea temática de lo fantasmal corresponde a la motivación romántica de existencia y visión de mundo, una nostalgia por los bosques primigenios, las personas ausentes, y los estados no fallidos. Puede que este gesto anacrónico sea actual y que tenga algo de onda, este período tiene bastantes analogías con el período histórico transitorio del barroco al romanticismo en términos culturales. Así como las décadas suelen ser revivals de la música y la moda de dos décadas atrás (los noventas de los setentas, los dos miles de los ochentas, los dos mil dieces de los noventas), siento que los siglos también operan así en una escala mayor, con el siglo XX emulando el barroco del siglo XVIII y el inicio del nuevo milenio el romanticismo del siglo XIX, Esto, lejos de ser una verdad académica, está basado en varias señales vistas en ciertos productos culturales y actitudes creativas, hasta Tay Swift tiene su canción de los New Romantics.
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Si mi teoría de los revivals no es errada, sería prueba de que la no-linealidad del desarrollo histórico da lugar a estos ejercicios y revive series y secuencias artísticas truncas; reanuda conversaciones interrumpidas que habían permanecido en latencia, así como ramas temáticas y formales que duermen hasta que alguien reinicia un diálogo con los ecos de otras voces. Pero ante el descontrol actual, ¿a donde podemos mirar si tanto el proyecto americano como el arte contemporáneo no son lo que siento que deberían ser? ¿Si ambos han sido irremediablemente cooptados por los agentes de poder euro-estadounidenses?
Viendo la clara problemática provocada por la falla del internacionalismo y el fracaso del proyecto continental de transculturación que abogaba de cierta manera Estados Unidos, la pregunta pertinente es: ¿Puede México ser ejemplo como uno de los primeros territorios pos-nacionales? ¿Podemos tomar la estafeta transcultural que Estados Unidos está soltando? ¿Podemos fundar una escena artística sin la validación gringo-europea, o seguiremos aprendiendo de arte latinoamericano a través de refritos del Guggenheim expuestos en el Museo Jumex?
Así como Fray Servando Teresa de Mier movió las aguas independentistas con su sermón de 1794 en el que cuestionaba el mito católico-guadalupano para cuestionar el poder español, ¿qué discurso actual puede ser la semilla que genere las condiciones que nos independice del modelo gringo-europeo? ¿Cómo podemos pasar de ser ignorados a ser perseguidos?
Si no nos hacemos estas preguntas, la inercia euro-estadounidense nos volverá a tragar, y esta vez the stakes are higher, comenzaremos a ver las réplicas en México y Latinoamérica del pensamiento regresionista y derivativo, así como del ambiente fakenews-iano. La conversación debe pasar de un cuestionamiento de si la Ciudad de México es el Nueva York de los noventas o el Berlín de los ochentas, o si México es Latinoamérica, Norteamérica o Centroamérica, para realizar un acto de definición del México del nuevo milenio. Para esto, una revisión histórica sobre la resurrección de mitos es pertinente. Nunca antes había sido tan importante decidir cuáles merecen y deben ser revividos. Este texto es un intento breve de dar visibilidad a los arquetipos que deben comenzar a flotar más en el aire: Fray Servando Teresa de Mier, José Lezama Lima, Robert Smithson, Craig Ferguson, Stephen Fry y Taylor Swift; me gustaría revivir el mito del americano romántico, del personaje «irreverente, corrosivo, rebelde y devorador», en cuya cualidad expresiva prevalece «a pesar de las tempestades de la historia, el deseo del conocimiento ígneo y la libertad absoluta».[8]. La tarea que tenemos es la que nos deja Lezama Lima, la de «tejer la imago del hombre americano con una red de imágenes que recortan la astucia y la magia, la curiosidad y el placer, la apetencia y la devoración, la rebeldía y la libertad, la malicia y el ingenio».[9] Digamos ALV, creemos el México del nuevo milenio, inspirémonos en Calvino y sus propuestas para el nuevo milenio, si Estados Unidos fue la primera nación post-Ilustración, generemos la primer nación post-histórica; de todos modos, este país es prácticamente una no-nación ya, por lo que podemos aplicar el lugar común de que toda crisis es una oportunidad y, en lugar de aferrarnos a nuestras lealtades no reciprocadas por el norte y a nuestro desdén histórico hacia el sur, veamos hacia todos los puntos cardinales. El milenio avanza y no surge la primera nación Calvinesca. Su concepto utópico latente está en espera de ser reclamado, podemos armarla y fundar un nuevo territorio americano que, apoyado en su producción cultural, sea ligero, múltiple, visible, rápido, preciso, y sobre todo, consistente.
Lezama Lima, José. 2013. La expresión americana. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 34.
[2] Lezama Lima, José. 2013. La expresión americana. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 23. Ibid, p. 23
[3] Haré la distinción entre América el continente y America como la manera en que los estadounidenses se refieren a Estados Unidos.
[4] “Craig Ferguson -the late late show- 22. May 2013 guest: Stephen Fry,” YouTube video, 46:52, publicado por "til kris", 10 de octubre, 2013,
2011, http://www.youtube.com/watch?v=makDyycHvmw&feature=fvhl.https://www.youtube.com/watch?v=Q-uGMJmboOk, (mi traducción).
[5] http://www.thebrucehighqualityfoundation.com/detail/we-like-america-and-america-likes-us-2
[8] Lezama Lima, José. 2013. La expresión americana. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 40.
[9] Lezama Lima, José. 2013. La expresión americana. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 39.